La muerte de San Martín: sus últimos momentos en Francia y el proceso de embalsamamiento

El 17 de agosto de 1850, falleció en Boulogne-sur-Mer, Francia, el prócer argentino José de San Martín, figura clave en la independencia de América Latina. Aunque su vida en Europa ha sido narrada con tonos dramáticos, a menudo retratándolo como un hombre abatido y solitario, la realidad muestra que vivió con cierta comodidad, gracias a su patrimonio y la ayuda puntual de su amigo, el banquero Alejandro de Aguado.

Durante los últimos años de su vida, San Martín residió en Boulogne-sur-Mer, una pequeña ciudad francesa donde decidió asentarse tras los disturbios de la Revolución de 1848 en París. Acompañado por su hija Mercedes y su yerno Mariano Balcarce, el Libertador pasó sus días en un departamento de la Grande Rue N° 105, donde intentó llevar una vida tranquila pese a sus múltiples dolencias.

Los últimos días del general estuvieron marcados por un deterioro constante de su salud. En la madrugada del 17 de agosto, San Martín, consciente de su inminente final, pronunció sus últimas palabras a su hija: “Esta es la fatiga de la muerte”. Horas después, falleció sin agonía, rodeado de su familia y amigos cercanos.

El proceso de embalsamamiento de su cuerpo fue llevado a cabo dos días después de su muerte, conforme a los protocolos sanitarios de la época. Este procedimiento, común en Francia, tenía el objetivo de preservar el cuerpo hasta su traslado definitivo a Argentina, un deseo expreso del Libertador en su testamento. El cuerpo fue colocado en un triple ataúd, siendo depositado provisionalmente en la cripta de la iglesia de Notre Dame de l’Immaculée Conception en Boulogne-sur-Mer, donde descansaría hasta su exhumación y posterior repatriación.

Así, José de San Martín, el gran líder de la independencia sudamericana, encontró su reposo final en la patria que tanto amó y por la que luchó incansablemente.

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