Kamala Harris ha dado un paso decisivo en su carrera hacia la presidencia al consolidar su candidatura y comenzar a negociar quién la acompañará como vicepresidente. Impulsada por el respaldo de figuras influyentes como Joe Biden y Bill Clinton, pero enfrentando la resistencia de Barack Obama, la actual vicepresidenta busca atraer el apoyo de votantes clave para enfrentar a Donald Trump en los comicios del 5 de noviembre.
Harris se encuentra en medio de una intrincada trama interna dentro del Partido Demócrata. Obama, junto con líderes como el senador Chuck Schumer y los diputados Hakeem Jeffries y Nancy Pelosi, lideraron el movimiento que llevó a la renuncia de Biden a una eventual reelección. Ahora, estos mismos líderes están presionando para designar a un candidato que compita con Trump.

Conscientemente de esta situación, Harris pasó 10 horas al teléfono intentando mantener su candidatura a flote, esfuerzo que rindió frutos. Logró obtener el apoyo de varios gobernadores, senadores, representantes, dirigentes sindicales y activistas de derechos civiles. Además, recaudó casi 50 millones de dólares y logró que Pete Buttigieg y Gavin Newsom, dos potenciales competidores, se unieran a su campaña.
Harris estrenará su candidatura en un evento en la Casa Blanca, homenajeando al equipo campeón de baloncesto femenino de Estados Unidos. Con Biden recuperándose de COVID-19, observará el evento desde su casa en Delaware.
Con el respaldo del aparato electoral que manejaba Biden, Harris ahora se enfoca en definir a su posible compañero de fórmula. Busca un candidato que pueda atraer a la clase media trabajadora, hispanos y afroamericanos, así como a los jóvenes. Entre los nombres que suenan están la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, y el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, ambos capaces de asegurar votos en distritos cruciales.
La Convención Demócrata se celebrará el 19 de agosto en Chicago, y Harris ya controla un fondo electoral significativo. Mientras aguarda los próximos movimientos políticos de Obama y sus aliados, Harris se prepara para lo que podría ser un enfrentamiento decisivo con Trump, quien, irónicamente, apoyó financieramente sus campañas en 2011 y 2013.






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